Donbass, el zarpazo de Rusia a Ucrania por ser proeuropea, querer democracia y aspirar a la OTAN

Prácticamente todos los canales de televisión rusos, tanto los públicos como los privados en manos de magnates afines al presidente Vladimir Putin, llevan casi ocho años sin parar de denigrar a los dirigentes ucranianos, a los que suelen tachar de «nazis», a las Fuerzas Armadas del país y a los periodistas o políticos ucranianos que condenan la «criminal» forma de proceder de Rusia en Donbass, el este separatista de Ucrania.

Como ya apuntó el presidente Putin en su tradicional rueda de prensa de final de año, el 23 de diciembre, «Ucrania nunca fue un estado» y encima, en la época soviética, «se incorporó territorios que históricamente habían pertenecido a Rusia y lo hizo sin preguntar a nadie, sin consultar con sus habitantes».

Putin reiteró que lo que tuvo lugar en Ucrania en febrero de 2014 fue un «golpe de Estado», cuando tras casi tres meses de revuelta en la plaza del Maidán de Kiev, la Rada Suprema, el Parlamento ucraniano, decidió destituir al entonces presidente del país, el prorruso Víctor Yanukóvich.

Sobre esas premisas se sustenta la guerra informativa de Moscú contra Kiev. Los encargados de materializarla son destacados presentadores y analistas afines al Kremlin como Dmitri Kisiliov, Vladímir Soloviov, el más recalcitrante, Olga Skabéyeva y su marido Evgueni Popov, los cuatro del canal estatal Rossiya-1. Pero también Margarita Simonián (RT), Andréi Norkin (NTV) o Artiom Sheinin (Piervi Kanal).

Son los encargados de arrojar al país vecino un caudal permanente y apabullante de propaganda, manipulación, medias verdades, falacias y engañifas. Casi a diario se justifica la anexión de Crimea, necesaria, según ellos, para haber salvado a sus habitantes de los ultras ucranianos, y aplauden la ayuda de Moscú a los separatistas de Donetsk y Lugansk (Donbass), causa de que allí estallase una guerra que se ha llevado por delante a más de 13.000 personas y continúa hoy día de forma latente.

La «propaganda del odio»

Pero para el fundador y uno de los dirigentes del partido liberal Yábloko, Grigori Yavlinski, las autoridades rusas «están llevando la situación a una amenaza real de guerra con Ucrania, no la híbrida que el Kremlin libra en Donbass desde hace casi ocho años, sino una real». A su juicio, «la propaganda del odio está aumentando y la posibilidad de una guerra inminente, incluso nuclear, está ya en la agenda con talante de ganarla».

«La gente está cansada de la actual situación de confrontación. No se fían de Kiev, pero empiezan a darse cuenta de que Moscú no aporta una solución real de futuro para Donbass», opina Vladimir Ribachuk, dueño de un pequeño negocio de electrónica en un centro comercial de Moscú. Nació en Lugansk hace 50 años, está casado y tiene dos hijos. Gracias a que tiene parientes en la capital rusa, él y su familia salieron de Lugansk nada más comenzar la guerra, aunque viaja allí de vez en cuando.

«El 40 por ciento de la población de Donbass huyeron cuando estallaron las hostilidades», asegura. Según su relato, «los más jóvenes se fueron a Rusia, a Ucrania y a países de la Unión Europea». «Yo tengo allí a mi anciana madre y a dos hermanos. Están bien. Les ayudo en la medida de mis posibilidades. Los que viven ahora en Donetsk y Lugansk son mayoritariamente jubilados, personas de media edad y, durante las vacaciones escolares, niños, los nietos de esos pensionistas», nos cuenta Ribachuk. Cree que no habrá ninguna guerra porque «Kiev no se va a atrever».

Larisa es de Donetsk, no quiere que se sepa su apellido, tiene unos 40 años y pasa temporadas en Moscú con su hermana. Cree que, si estalla una guerra, «Rusia no dejara que las tropas de Kiev penetren en Donbass». Conoce a Ribachuk, a quien sustituye a veces en la tienda, cuando éste viaja o se toma algún día de descanso y acaba de regresar de Donetsk, tras pasar allí las fiestas.

«Hacía tiempo que mi ciudad no estaba tan bonita con los adornos navideños. Vino gente que ya no vive en Donetsk y había animación, pero ya no es la urbe que fue», se lamenta Larisa. Según sus palabras, «ahora hay mucha menos población que antes, es todo como más pobre».

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Fuente: ABC