El Ayuntamiento de Lisboa, multado por revelar a Putin datos de opositores rusos

El Ayuntamiento de Lisboa, de signo conservador desde septiembre pero que fue gobernado por los socialistas durante 14 años, ha sido condenado por la Comisión Nacional de Protección de Datos a pagar 1,2 millones de euros de indemnización por desvelar a Vladimir Putin información personal de los opositores rusos que protestaban en la capital portuguesa.

Y es que el anterior alcalde, el socialista Fernando Medina, autorizaba proporcionar a Rusia información personal de los manifestantes cada vez que se organizaba una concentración en las calles de Lisboa. Por esta razón, se le denomina en Portugal el ‘Russiagate’, agravado por una actitud similar ante China, Venezuela e Israel.

El actual alcalde, Carlos Moedas, resultó elegido para encabezar la Corporación municipal el pasado 26 de septiembre en parte por el malestar entre los ciudadanos como consecuencia de la insólita revelación de datos.

Por eso, ahora indica: «Esta decisión es una herencia pesada que el anterior equipo del Ayuntamiento deja a los lisboetas».

La fuerte polémica se desató el año pasado al comprobarse la veracidad de los hechos, reconocidos por el propio Medina. Ve su desenlace ahora como un palo, de cara a los inminentes comicios legislativos del próximo 30 de enero.

Al Ayuntamiento socialista le estalló una lluvia de críticas sin precedentes, después de que el entonces alcalde admitiese haber entregado a las autoridades rusas los datos personales de tres ‘activistas’ (uno de nacionalidad portuguesa y dos rusos), que organizaron en la capital del fado una manifestación a favor de Alekséi Navalny, el líder opositor a Putin, cuando se recuperaba de ser envenenado tras desafiar al presidente de la Federación exsoviética.

La información detallada se envió a la embajada rusa de Lisboa y también al gabinete del propio Vladimir Putin. E inmediatamente, las reacciones no se hicieron esperar, pues se desplegó toda una tormenta política alrededor del tema.

Las acusaciones de haber actuado al estilo del mismísimo Estado soviético se sucedieron en el territorio luso de norte a sur. Hasta el PSD, principal partido de la derecha, rompió su habitual tibieza para proclamar que acudiría a las instituciones europeas. Fernando Medina se escudó en un escueto: «Ha sido un error que no tenía que haber sucedido», al tiempo que hacía oídos sordos a las peticiones de dimisión que se acumularon por todo el país vecino.

La controversia no dejó de ampliarse, puesto que algunas voces declararon incluso que no era la primera vez que acontecía un ‘chivatazo’ de estas características, como después se confirmó en relación a Israel, China y Venezuela. ¿Cómo es posible que un gobierno democrático de la Unión Europea se haya enredado en semejante laberinto diplomático? ¿Es el síntoma de que la OTAN apenas puede fiarse de Portugal o resulta muy exagerado plantear una cuestión de este calibre? Son solo algunos de los interrogantes de este estilo que salpicaron las tertulias televisivas y saltaron a pie de calle.

El gabinete de Medina se mostró aturdido y costaba acertar ante la opinión pública. No es que las consecuencias fueran desagradables, es que los sondeos reflejaron que su popularidad comenzó a caer en picado. Quisieron arreglarlo poniendo en marcha el proceso de destrucción de datos de las personas implicadas, pero ya era demasiado tarde.

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Fuente: ABC