Si mañana es desarrollada una vacuna para el coronavirus, ¿usted la tomaría?
Mucha gente no lo hará. Según encuestas recientes, entre la mitad y las tres cuartas partes de los estadounidenses tienen la intención de vacunarse si hay una disponible, lamentablemente por debajo de lo que necesitaremos para proteger a nuestras comunidades.
Como pediatra, me reúno con todo tipo de padres que tienen inquietudes acerca de las vacunas en general; muchos me han dicho que no confiarán en una vacuna contra el coronavirus, y que ellos y sus hijos no la tomarán, al menos a corto plazo. Cuestionan la seguridad de una vacuna desarrollada en una línea de tiempo acelerada, y a la sombra de la presión política, una preocupación que también ha sido planteada por expertos a favor de la ciencia y la vacuna. Algunas familias incluso aceptan la teoría conspirativa de que se implantarán microchips junto a la vacuna.
Como demuestran los repetidos brotes de sarampión, no hemos hecho un gran trabajo al abordar las preocupaciones de las personas sobre las vacunas. Y si no aprendemos de nuestra respuesta fallida a ellos, un programa de vacuna contra el coronavirus estará condenado.
El movimiento antivacunas estuvo alguna vez vinculado principalmente a padres blancos ricos. Hoy en día, estos puntos de vista son expresados tanto por padres liberales, que se alinean con identidades de salud y paternidad “naturales”, como por padres conservadores, que enfatizan su desconfianza en el gobierno y la importancia de la libertad individual.
La raza también es importante: para algunas familias de color, la sórdida historia de experimentación poco ética en comunidades vulnerables los hace reacios a vacunarse.
Hasta ahora, la respuesta de salud pública se ha centrado principalmente en persuadir a las personas para que acepten vacunas a través de la educación y la comunicación efectiva. Pero este enfoque ha demostrado ser en gran medida infructuoso. Necesitamos nuevas estrategias.
Primero, debemos construir una coalición de líderes comunitarios, figuras públicas y otras personas influyentes para ayudar a combatir la desinformación y centrarnos en la importancia ética de la inmunización. Muchas personas confían en sus médicos para recibir asesoramiento médico, pero otras recurren a líderes religiosos, personalidades de los medios y proveedores de salud alternativos, como quiroprácticos y naturópatas.
Aunque la mayoría de las instituciones religiosas no desalientan o prohíben la inmunización, algunas creencias religiosas a menudo alimentan la oposición a las vacunas. Los pastores, los rabinos y los imanes podrían desempeñar un papel importante para aclarar la posición de una religión sobre la inmunización, no solo contra el coronavirus, sino también contra la gripe y otras enfermedades que las vacunas previenen.
También necesitamos involucrar a líderes comunitarios y figuras públicas que puedan ayudar a mediar en las discusiones nacionales y comunitarias sobre los valores, principios morales y preocupaciones de identidad sobre la vacunación y asegurar que los grupos más vulnerables tengan prioridad y protección cuando se trata de la distribución de la vacuna contra el coronavirus.