Goya, el imperio de un emigrante burgalés que vivió el sueño americano

La leyenda cuenta que Prudencio Unanue estaba arruinado, con cuatro hijos y buscándose la vida por las calles de la Nueva York de la Gran Depresión. Era el año 1936, con la crisis económica de aquella década dando coletazos. La Guerra Civil española había afectado a su negocio de importación de aceitunas y aceite. Una aventura de exportación de radios no le había salido bien. Un contacto le ofreció una oportunidad: vender un cargamento de 500 cajas de sardinas que venían de Marruecos. Las latas traían una etiqueta: Goya. Vendió el lote y se quedó la marca: así registró su compañía de importación de productos. Un nombre español, universal y, sobre todo, mucho más fácil de pronunciar que Unanue.

Con el paso de las décadas, Goya se convirtió en un gigante de la alimentación en EE.UU. Pero los inicios de su fundador fueron tan humildes como aquel cargamento de sardinas. Nació en 1904 en Villasana de Mena, un pueblo burgalés en las inmediaciones de Vizcaya, y a los 17 años se lanzó a la aventura americana, como tantos españoles a comienzos del siglo, embarcado en dirección a Puerto Rico. Montó una tienda de comestibles y se casó en la antigua colonia española, pero tardó poco en buscar mejor suerte en la Nueva York avasalladora de la época, que crecía de forma vertiginosa con la llegada de cientos de miles de inmigrantes cada año y con el desarrollo industrial y financiero de EE.UU.

El imperio de Unanue empezó en una pequeña tienda de la calle Duane, en el actual barrio de Tribeca. Amplió después el negocio en Brooklyn, y acabó trasladándolo a la otra orilla del río Hudson, a Nueva Jersey. Desde entonces, allí está la sede de Goya, cuyo tamaño se disparó al mismo tiempo que se producían las oleadas de inmigrantes hispanos a Nueva York, sobre todo de Puerto Rico, Cuba y República Dominicana. Esa fue la clave para la empresa: recibir al inmigrante con la comida que echaba de menos. Vender nostalgia, de alguna manera.

El otro éxito de Goya es haber crecido sin escapar del control de la familia, algo muy poco común con el paso de las generaciones. Robert Unanue, su actual consejero delegado, es nieto de Prudencio. Dirige la empresa con dos de sus hermanos y cuatro primos.

La empresa tiene alrededor de 4.000 empleados y presencia en todo el continente americano. Unanue habla un español roto y es posible que, con madre irlandesa, comiera menos rico que su abuelo. Pero le une al fundador su pasión por el negocio y su conexión con España: se crió en inglés, es un empresario de éxito estadounidense, pero no ha perdido el pasaporte español.

Boicot desde la izquierda

Ahora la empresa creada por aquel emigrante burgalés está en la diana de la izquierda estadounidense, después de que el nieto de Prudencio Unanue alabara a Donald Trump en la Casa Blanca. «Tenemos la bendición de tener un líder como el presidente Trump, que es un constructor, igual que lo fue mi abuelo», aseguró.

Eso ha desatado un boicot a los productos de Goya, azuzado por figuras de la izquierda del Partido Demócrata, como los hispanos Julián Castro o Alexandria Ocasio-Cortez, mientras que los republicanos han salido en su defensa.

Fuente: ABC