Perdón y secuestros

Las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) se acuerdan ahora, en un comunicado, de «pedir perdón público» a «nuestras víctimas de secuestro y a sus familias». Sentados en sus «curules» (unos, regalo del proceso de paz y otros adjudicados por el voto) recapacitan. Hablan de «arrepentimiento», «vergüenza» y hasta admiten el «infierno» al que sometieron a los colombianos… durante 50 años. Ese es el tiempo de vida de la guerrilla terrorista con más edad del continente. Las FARC parecen otras pero son lo mismo, sólo que los antiguos están más viejos y torpes para seguir agazapados en la selva haciendo negocio con vidas ajenas y hojas de coca y amapola. Los guerrilleros, que llegaron a controlar el 40 por ciento del territorio de Colombia, ganaron perdiendo con el proceso de paz más surrealista de la historia. Ese que celebró Juan Manuel Santos en Cartagena de Indias, con presidentes y jefes de Estado de blanco (así los vistió a todos) seguro de que ganaría el referéndum que después perdió. Pese a todo, fue «pa lante» con los acuerdos rechazados y le premiaron con el Premio Nobel de la Paz. Más surrealismo pero a la europea. Las FARC piden perdón al tiempo que el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) mantiene secuestrado a Óscar Denis, exvicepresidente de Federico Franco. El EPP, se creó en el año 2008 con curas disidentes de la teología de la liberación y tomó de ejemplo a las FARC colombianas. Todas las guerrillas latinoamericanas, desde la década de los 70, se miraban, cada cual con su perfil, en el espejo de las FARC. En España, hasta los terroristas de ETA compartieron mesa, mantel y consejos con ellos. Las FARC hacen bien en pedir perdón pero deberían hacer algo más, ayudar a desmantelar a esos grupos «amigos», como el EPP que siguen matando y torturando sin «vergüenza» ni «arrepentimiento». Se trata, al fin y al cabo, de acabar con ese «infierno» que hace del secuestro el mejor negocio de un puñado criminales, como las FARC.
Fuente: ABC