Preocupación por el auge de la extrema derecha en la Alemania del Este 30 años después de la reunificación

Durante muchos años, tras la caída del Muro de Berlín, se escrutó el informe anual sobre la reunificación alemana en busca de las diferencias económicas que separaban todavía al Este y al Oeste del país. Se reprochaba, incluso, a los Bundesländer occidentales el retraso con el que el PIB oriental y ciertos parámetros de bienestar se iban equiparando. Hasta el 31 de diciembre de 2020, de hecho, los alemanes y todos los residentes en el país siguen pagando el denominado «impuesto de solidaridad», un 5,5% adicional al IRPF y al impuesto de sociedades con el que durante tres décadas se ha estado trasvasando riqueza de oeste a este.

Pero a escasas fechas de la celebración del 30º aniversario de la Reunificación alemana, la equiparación más preocupante no es la económica, sino la política. La dictadura comunista ha dejado una huella totalitaria que inclina hoy a los Bundesländer orientales hacia la extrema derecha y que apuntala la persistencia de un déficit democrático difícil de salvar, según el comisionado del Gobierno federal para los nuevos Länder, Marco Wanderwitz. «Un error en el proceso de reunificación ha sido el descuido de la educación política», ha reconocido Wanderwitz durante la presentación del Informe Anual sobre el estado de la Reunificación Alemania en Berlín, que constata que aún queda mucho camino por recorrer en lo que respecta a cultura democrática.

Democracia autodidacta

«Los alemanes orientales se vieron obligados a aprender sobre la democracia prácticamente de forma autodidacta», ha descrito Wanderwitz, «porque no tuvieron a nadie que les explicase qué era la democracia ni cómo funcionaba».

Varias generaciones de alemanes habían crecido en un país comunista, la RDA, cuyo mensaje oficial sobre la democracia era, por así decirlo, poco aproximado a la realidad. Los pioneros, las divisiones infantiles del partido a las que se pertenecía por defecto, jugaban a batallas en las que los malos eran los capitalistas y, en los libros de texto de primaria y secundaria, las democracias liberales occidentales aparecían siempre mencionadas junto al adjetivo «imperialista». «Después de la reunificación, la población alemana oriental tenía muy claro lo que tan satisfactoriamente dejaba atrás, pero contaba con muy poca información real sobre el sistema político al que se adscribía en adelante», reflexiona Wanderwitz, «y ese desconocimiento de los procesos democráticos y políticos han afectado de forma muy seria a esa población».

Actualmente, no hay excesivas diferencias económicas entre un alemán que vive en el este y otro que vive en el oeste, lo que supone «un éxito tras tres décadas de esfuerzo». El poder económico en el este se ha cuadriplicado desde 1990 y su situación es hoy comparable a muchas regiones francesas, compara Wanderwitz. La renta disponible de los hogares privados en Brandeburgo y Sajonia están ahora al nivel del Sarre, aunque el ingreso familiar disponible fue en 2018 todavía el 88,3% del promedio nacional. Al mismo tiempo, los desempleados y personas en riesgo de pobreza en algunas regiones del este están por debajo del promedio. Incluso en una comparación europea, la Alemania Oriental tiene un PIB per cápita del 84% del promedio, 99% en Mecklemburgo-Pomerania Occidental. También la calidad ambiental y la calidad de vida es más alta hoy que en la mayoría de las regiones alemanas.

Fuerza de la extrema derecha

Pero según el Comisario, la lista de deficiencias se ha desplazado a otros ámbitos e incluye, por ejemplo, la falta crónica de grandes corporaciones en el este, muy pocas agencias federales y el envejecimiento de la población, que en los últimos años se está compensando con la llegada de inmigrantes. «Tenemos que recorrer todo el mundo en busca de trabajadores cualificados. Eso a su vez establece el cosmopolitismo», advierte Wanderwitz, consciente de que todo este pasado influye sobre la situación política actual.

Este año, por primera vez, fue elegido un jefe de gobierno regional en Turingia con los votos locales del partido antieuropeo y antiextranjeros Alternativa para Alemania (AfD). Aunque las directivas nacionales del resto de los partidos tardaron apenas 48 horas en echar por tierra ese acuerdo, el paralelismo con febrero de 1930 fue inevitable. Ese mes, Hitler celebró que «los partidos que intentan formar gobierno en Turingia no pueden asegurar una mayoría sin nuestra cooperación».

El paralelo demostró la vulnerabilidad de lo que los alemanes llaman «Brandmauer», el cortafuegos que, por una convención política de largo plazo, evita que la extrema derecha vuelva a cobrar influencia en las instituciones. El proceso de desnazificación que, con todos sus defectos, tuvo lugar en el oeste y la educación en democracia de varias generaciones de alemanes occidentales no existieron en el este y los efectos de esa carencia son palpables. AfD tiene 38 escaños en Sajonia, 25 en Berlín, 25 en Sajonia-Anhalt, 23 en Brandemburgo, 22 en Turingia y 18 en Mekelmburgo-Pomerania. Uno de cada dos votantes de AfD en estos estados se declara abiertamente antisemita.

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Fuente: ABC